sábado, 26 de noviembre de 2016

LA SANTA INQUISICIÓN


La Santa Inquisición la abolió Napoleón en 1808, luego  la Constitución de Cádiz en 1813 la abolió otra vez  y se implantó nuevamente por Fernando VII en 1814. Éste la abolió de nuevo en 1820,  restituyéndola otra vez  estuvo vigente hasta su abolición definitiva en 1834. Aunque en la actualidad sigue vigente  dentro de la Institución que  se llama Congregación para la Defensa de la Fe.
La Inquisición de Córdoba fue, a lo largo del siglo XVI, una institución de escaso relieve, de hecho, el número de condenados a la hoguera después del  mandato de Diego Rodríguez de Lucero no pasó de las dos decenas.
Efectivamente la Iglesia católica legisló, en 1184,  que la quema en la hoguera iba a ser el castigo oficial por herejía. También se creía que el condenado no tendría cuerpo para ser resucitado en el Más Allá. Este decreto fue posteriormente confirmado por el Cuarto Concilio de Letrán en 1215, el Sínodo de Toulouse en 1229, y numerosos líderes del siglo XVII.
Las autoridades civiles quemaron personas consideradas herejes bajo la Inquisición medieval.
El auto de fe era una ceremonia pública en la que la Inquisición leía las sentencias dictadas contra los condenados por delitos contra la fe, especialmente por herejía. Consistía en que cuando había una cierta cantidad de condenados por la Inquisición, se reunían en la plaza pública de la ciudad los inquisidores, eclesiásticos y las más destacadas personalidades del lugar, para escuchar el veredicto de las sentencias individuales dictadas contra los reos de la Inquisición.
El auto de fe, se convirtió, poco a poco, en una especie de confesión pública, y la mayoría de los procesos inquisitoriales se saldaba, por lo visto, con la prescripción de un par de oraciones y alguna que otra misa. El empleo del tormento, contra lo que se suele pensar, era inusual en el Santo Oficio de Córdoba. No era extraño que los acusados fuesen puestos en libertad por defecto de probanza.
Los magistrados del Santo de Oficio de Córdoba eran comprensivos y benévolos y tenían en cuenta, según se desprende de la literalidad de sus dictámenes, multitud de circunstancias atenuantes como por ejemplo:
«como hombre rústico que era»
«por ser menor de edad y haberlo dicho debido a su ignorancia»
«era muy viejo y pareció algo falto de juicio»
«se probó [que] estaba borracho cuando lo dijo»
«por  estar mal adoctrinada»
«lo había dicho con buena intención»
«lo dijo con iracundia»
«parece que lo dijo a manera de burla»
«era cristiano viejo y fijodalgo»
«era pobre y ciega»
«era hombre de baja suerte e hijo de una esclava de casta de los moros»
«estaba muy enfermo de bubas y de otras enfermedades»,

Así, nos encontramos con el de Córdoba, fundado en 1482, con el nombramiento como inquisidores de Pedro Martínez de Barrio y Antón Ruiz de Morales. Su delimitación territorial comprendía el arcedianato de Écija y el obispado de Córdoba, con la exclusión del condado de Belalcázar, ya que éste se hallaba bajo la jurisdicción del tribunal de Llerena.
 
Capilla del Comisario de la Santo Oficio
En 1485 la Inquisición promulgó un edicto “de gracia”: las personas que hubieran apostatado o cometido delito contra la fe debían comparecer dentro de un corto plazo y confesar ante los inquisidores pidiendo reconciliación. Pasado el plazo, el tribunal procedería con rigor. El 22 de junio de aquel 1485, Juan Sánchez de Toledo compareció voluntariamente ante el tribunal y confesó –siguiendo fórmula quizá preestablecida- “haber hecho e cometido muchos y graves crímenes y delitos de herejía y apostasía contra nuestra santa fe católica”.
En nuestro Valle de los Pedroches en el último tercio del siglo XVI se recogen varios casos de hechicería y brujería.
El más importante se localiza en El Viso y el inquisidor tiene conocimiento a través de la denuncia realizada por un familiar del Santo Oficio que reside en la mencionada población:
«Bartolomé Gómez, famyliar en el dicho lugar del Viso, dixo que Juan Muñoz, alguacil, le auía dicho que le auían maltratado unas bruxas. Examinado, dixo que, estando acostado en su cama, vio entrar por la puerta del aposento tres mugeres y las dos llegaron a él y le maltrataron y dieron pellizcos en sus uerguenQas, que le sacaron de ellas mucha sangre, y salió peleando con ellas hasta la puerta de su casa, que estaua entornada, y por ally se auían ydo por su pie sin que conociese nynguna».
La declaración del alguacil causa un fuerte impacto hasta el punto de que el licenciado Gasca Salazar decide investigar a fondo el asunto. Fruto de las pesquisas llevadas a cabo son los testimonios de algunos vecinos que corroboran la existencia de brujas.
El aislamiento de la comarca explica el arraigo de supersticiones. Figuran varias testificaciones con la misma acusación, «auer dicho, estando en casa de un difunto, que derramassen agua de los cántaros porque decía que el ánima del difuncto se yva a uañar».
El hecho despierta la curiosidad del inquisidor, quien, tras las oportunas diligencias, reconoce que «esto se dice comúnmente en esta tierra».

A mediados de junio Gasca Salazar se traslada a la parte occidental de la comarca de Los Pedroches, dominio señorial del conde de Belalcázar por aquellos años D. Alonso de Sotomayor y Enrique el cual, al parecer, llega a ser excomulgado por los inquisidores de Extremadura por haber defendido los derechos de la potestad temporal contra las pretensiones del Santo Oficio.
Me pregunto si los pentagramas gravados en las esquinas de las murallas del castillo están relacionados con este hecho.
Los cristianos atribuyeron el Pentagrama a los 5 Estigmas de Cristo.  En la Edad Media, era un símbolo de Verdad y una protección contra los demonios. En la Inquisición, el pentagrama invertido simbolizaba la Cabeza del Chivo, símbolo de satanismo y magia negra.
Petagramas en las esquinas del castillo

El día 15 llega a Belalcázar y a renglón seguido tiene lugar la lectura de los edictos en la citada población y en las de Villanueva, Hinojosa y El Allozo.
En la capital del condado el inquisidor recibe testificaciones contra 30 personas, 24 hombres y 6 mujeres. Entre los primeros conocemos la identidad de 16, muestra que permite un esbozo de los grupos sociales a los que pertenecen. Destacan los eclesiásticos que representan más de un 50%. Se contabilizan siete religiosos, en su mayoría franciscanos conventuales en Belalcázar, y dos miembros del clero secular que desempeñan cargos de responsabilidad. Uno es comisario del Santo Oficio en la susodicha localidad y el otro ocupa la vicaría de El Allozo. También figura un ermitaño oriundo de Portugal. Dentro del estamento llano se constata la presencia de dos labradores, un hortelano, un sedero, un tapicero al servicio del titular del señorío y un escribano.
Todos los clérigos denunciados están acusados de solicitar a las hijas de penitencia y cometer abusos en el confesionario. Sin embargo, a veces no se aportan pruebas concluyentes y la delación se basa en meras sospechas. Un ejemplo lo tenemos en la deposición de una señora contra el comisario del Santo Oficio de Belalcázar:
«Theresa Belarde Morillo denunció a Francisco López de Córdoua, comyssario de Belalcázar, que en tiempo de un jubileo estaua en la iglesia en un confissionario con doña Petronila, que es ya difunta, y tenía mucho ruydo y porque otras ueces, estando en su casa en presencia del testigo, se decían palabras de amores y escribían villetes, sospechó mal de ellos».
La Inquisición vigila de manera especial la conducta de los comisarios y familiares con el fin de no dañar la imagen y el prestigio de la institución.
Precisamente en el informe remitido a la Suprema el licenciado Gasca Salazar declara que, salvo la citada denuncia, «en lo demás el comyssario y familiares deste partido tienen buen nombre».
En el siglo XV, vivían en Extremadura, al Oeste de Castilla, numerosas comunidades de judíos y conversos. La expulsión de los judíos de España no extirpó por completo la tradición judía, sino que la vida criptojudía prosiguió en diversos centros de conversos, aunque sin la dirección de líderes y asesores espirituales judíos. Cuando la Inquisición extendió sus redes por toda España, hubo que fundar un tribunal especial que funcionara en Extremadura, en Puebla de Alcocer y en Belalcázar.


Siete personas van a ser delatadas por seguidoras de la ley mosaica, aunque entre los cargos no aparecen prácticas religiosas concretas. Así, Diego Ruiz, sedero avecindado en Belalcázar, despierta sospechas porque se descubre que «hylo ynformnión de limpieza siendo nieto de condenado».

La ausencia de comunidades moriscas importantes en la zona explica que en la visita al condado no se reciban testificaciones por cuestiones de la llamada secta mahometana. En cambio, se presentan acusaciones contra un presunto alumbrado y un sospechoso de la doctrina protestante. Un ermitaño portugués será delatado por «auer dicho que era alumbrado». Miguel de Flandes, tapicero del duque de Béjar, comparece ante el Santo Oficio porque «preguntó que para qué hacían aquellas processiones y, diciéndole que para que Dios diesse salud y bienes temporales, avía dicho que lo que Dios tenía determinado no se dexaría de cumplir».

La estancia de Gasca Salazar en Belalcázar dura un mes aproximadamente, ya que el 14 de julio se traslada a la villa de Hinojosa con el fin de cumplir unos objetivos precisos: «visitar los sanbenitos que ay allí y auer residido el licenciado xpoual Mexía, preso en la Inquisición de Llerena».
En la susodicha localidad permanece dos semanas y recibe testificaciones contra 11 personas, 9 hombres y 2 mujeres. Entre los delatados se encuentran dos clérigos, un religioso franciscano, una beata, un tintorero y un escribano al servicio del duque de Béjar. Las acusaciones no encierran delitos graves y las investigaciones llevadas a cabo sobre la actuación del licenciado Mejía dan como resultado la presentación de una denuncia contra este singular personaje. Los testigos examinados inculpan al susodicho clérigo de «mandar cortar los cauellos a las doncellas y predicar a las beatas en la iglesia y no consentir que estubiessen ally hombres y que a estas beatas no las confessase el rector; las cosas que les predicaua eran buenas y persuadiéndolas castidad y la frequencia de la confessión y recogimyento».
Otra de las misiones del inquisidor en Hinojosa va a ser la indagación de la conducta del comisario Toribio de la Vega, acusado de solicitar a una hija de penitencia. Tras comprobar que la afectada es una mujer de «malbiuir», informa que, «fuera desto, el comyssario tiene buen nonbre y los famyliares». A finales de julio concluye la visita.
Recreación de la Cruz de la Inquisición, también conocida como "La Picota" y como "Cruz de los Garabatos", estaba situada en el pico del actual parque del Quinto Centenario.

Fuentes:
La Inquisición de Córdoba y la visita de distrito en el último tercio del siglo XVI por Juan ARANDA DONCEL.
La España de la Inquisición de Santos Alvarez.
Inquisición Española: poder político y control social de Bartolomé Bennassar.